En 3 minutos y 45 segundos evaluamos y decidimos (a nivel inconsciente) si la persona que estamos conociendo «merece ser recordada». En ese tiempo evaluamos el aspecto físico (rasgos, morfología ,…), lenguaje no verbal (mirada, sonrisa, postura, orientación corporal, gestos, etc.), paralingüísticos (volúmenes, entonación, timbre, pausas, velocidad, etc.), lenguaje verbal (lo que expresa), características en su forma de ser (simpatía, autoridad, protagonismo, egoísmo, etc.), ideología y forma de vestir.
Si en ese breve espacio de tiempo en el que se genera o primera impresión, el balance es positivo recordaremos a esa persona en sucesivos encuentros, si por el contrario, no pasó el examen, la olvidaremos y en siguientes encuentros tendremos que fingir recordar o volveremos a intentarlo.
A todos nos han presentado a alguien en alguna ocasión que nos ha dicho que ya nos conoce e incluso aporta datos de ello pero nosotros no recordamos y, al contrario, alguna vez hemos estado con alguien a quién hemos manifestado conocer y no nos recuerda.
Evidentemente este análisis tiene una altísima probabilidad de error pero los estudios demuestran que la primera impresión puede llegar a ser determinante puesto que, si en ella no salimos bien parados, puede que no tengamos otra oportunidad.
Esa segunda o posteriores oportunidades suelen desmontar las hipótesis iniciales, es decir, esa primera impresión queda desbancada al tener nueva información, datos, vivencias, intercambio de opiniones, etc. que hacen que esa impresión quede en un recuerdo, o incluso en una anécdota.
Por ello, es importante trabajar las habilidades sociales, el tener recursos suficientes y habilidades para salir airosos de esa primera impresión, en particular y, de las relaciones sociales, en general.
